Un reciente informe de la Fundación Tejido Urbano con datos oficiales confirmó que más de 359.000 adultos mayores en el país no tienen casa propia y deben alquilar, al tiempo que representan más del doble que hace 20 años.
Este fenómeno, conocido como “inquilinización”, refleja un problema habitacional que se suma a otros, como la cobertura de salud y las dificultades económicas que impiden vivir dignamente.
“El acceso a la vivienda en la tercera edad representa un desafío considerable para aquellos que no han logrado adquirir una propiedad y deben continuar en el mercado de alquiler. Ser inquilino en esta etapa de la vida implica enfrentar retos que van más allá del pago mensual del alquiler, con implicancias significativas en términos de calidad de vida y bienestar”, señala el informe.
El trabajo, basado en datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), reveló que el 7,25 por ciento de la población mayor de 60 años en Argentina vive en alquiler, representando el 6,58 por ciento del total de inquilinos a nivel nacional.
El aumento de adultos mayores que alquilan está estrechamente relacionado con las dificultades para acceder a la propiedad, tendencia que se profundizó tras la crisis económica de 2001.
La ciudad de Buenos Aires presenta la proporción más alta de adultos mayores inquilinos, seguida por ciudades como La Plata, Santa Fe, Neuquén, Mendoza y Río Gallegos.
Las ciudades con mejor infraestructura en salud, transporte y servicios recreativos brindan una mayor calidad de vida para los adultos mayores. En contraste, en lugares como Tucumán o Santiago del Estero, la falta de un mercado de alquiler consolidado los empuja a formas de vivienda más precarias.
Más del 33 por ciento de los adultos mayores inquilinos nacieron en otra provincia o país, migrando en busca de mejores oportunidades, pero sin lograr acceso a una vivienda propia. En regiones como Corrientes, Catamarca o Santiago del Estero, muchos viven en condiciones irregulares sin acceso a servicios básicos.
En cuanto al acceso a la jubilación, el informe destaca que un 18 por ciento de los adultos mayores inquilinos no percibe este beneficio debido a que aún se encuentra en actividad. Para aquellos que han cesado su actividad laboral, la jubilación es su principal fuente de ingresos, aunque su impacto varía significativamente según el nivel de ingresos.
Soledad y tipo de hogar
El informe advierte que “la estructura de los hogares de los adultos mayores inquilinos pone de relieve ciertas vulnerabilidades”.
“El 51,3 por ciento de esta población vive solo o con su cónyuge, ambos pertenecientes a la tercera edad. Esto equivale a aproximadamente 184.711 personas que habitan en hogares unipersonales o pequeños núcleos familiares”, añade.
Dentro de este grupo, se observa un marcado fenómeno de feminización de la soledad: el 57,4 por ciento de quienes viven solos son mujeres. Este dato es relevante al analizar la situación de mayor vulnerabilidad que enfrentan muchas mujeres mayores, quienes, en su mayoría viudas o con redes de apoyo limitadas, pueden verse más expuestas a desafíos relacionados con el aislamiento social y dificultades económicas y de salud.
El costo del alquiler representa una carga pesada para los adultos mayores, cuyos ingresos mensuales oscilan entre 135.000 y 276.500 pesos. Después de cubrir el alquiler, el margen económico para satisfacer necesidades básicas como alimentación y medicamentos es muy reducido.
La Canasta Básica Alimentaria para un adulto mayor varía entre 62.000 y $96.000 pesos, dependiendo del género, lo que deja poco espacio para gastos imprevistos.