Una vez más, jugando al borde del abismo
- Lunes, 29 de Abril de 2019 | Locales

Los argentinos funcionamos en modo fundamentalista. No somos muy propensos a explorar y tener en cuenta los miles de matices que existen entre el blanco y el negro.
Maradonianos, messistas, peronistas (con las versiones que marca la época, hoy el kirchnerismo), radicales, macristas, trotskistas, feministas, machistas, bosteros, gallinas, cuervos, hinchas de Ford o Chevrolet en el TC, rockeros, tangueros, cumbieros, folcloristas, raperos, reggaetoneros, proaborto legal, pro dos vidas, lectores de Clarín, lectores de Página/12, todo esto y mucho más se asume fundamentalísticamente.
Se es uno o lo otro, se está ortodoxamente de un lado o del otro, y en el transcurrir del polarizado camino nos vamos perdiendo la búsqueda de debates planteados con la mayor objetividad que podrían redundar en mejores resultados. Muy probablemente se obtengan de esta manera, porque a la otra la venimos poniendo en práctica desde hace decenas –o cientos– de años, con los no muy maravillosos resultados a la vista.
Para alcanzar niveles Premium, el fundamentalismo argento no debe estar exento del indispensable recurso de hacerse el boludo en el momento oportuno. Cuando las bases de nuestras convicciones tiemblen ante los hechos o nuestros impolutos profetas sumen una agachada tras otra, nos hacemos los boludos. Es indispensable.
Si nuestro glorioso adalid, perínclita corporización del progresismo llega a decir que los docentes argentinos trabajan cuatro horas por día y nueves meses por año, para evitarle el merecido calificativo de gorila, nos hacemos los boludos. Lo mismo si asegura que en alguna provincia argentina –que podría ser Santa Cruz, por ejemplo– no hubo desaparecidos: obramos de la misma forma.
De igual manera lo hacemos si el primer mandatario que supimos conseguir habla de esperar el próximo semestre; de que lo peor ya pasó; de que en estos meses se desataron todas las tormentas juntas, pero no por eso "vamos a perder las esperanzas"; que estamos pasando una tormenta, "pero sé que vamos a salir", y redondea con "mi única autocrítica es que soy muy optimista". ¿A qué otro recurso más efectivo pueden recurrir los fieles devotos que no sea el de hacerse bien los pelotudos?
Como hizo Joseph
Pero no solo se trata de este artilugio, hay que complementarlo bien para que el fundamentalismo lo sea en su total dimensión. Por ejemplo: adoptar una única idea o un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no se pueden negar las malas noticias, inventar otras que las distraigan. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines o llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.
Esto se puso en práctica, entre 1933 y 1945, en un país de Europa que hoy cuenta con cuatro campeonatos mundiales fútbol. Más o menos para la misma época lo imitó otro país del mismo continente, con otros tantos mundiales en su haber. Los resultados fueron bastante perjudiciales para la salud, la economía y la dignidad de la humanidad, eso sí. Los fundamentalismos deberían venir con un cartelito que adviertan sobre esos riesgos de su puesta en práctica.
La Argentina está una vez más en riesgo. Es verdad cuando se habla de herencia recibida; lo han hecho casi todos porque se han encontrado con un país en mayor o menor grado de ruina. Pero aquí los problemas son dos. Uno: quien recibe la herencia la encuentra en un lugar en el que parte de la sociedad lo eligió para que esté y lo eligió porque le propuso estar para hacerse cargo del quilombo, entonces cumplí con lo que prometiste y con la responsabilidad.
Dos: cuando te vayas, no le dejes otra herencia al que viene, porque si no también va a hablar de herencia recibida, no va a cumplir con lo que prometió y fue elegido, y le va a dejar una nueva herencia al que viene, que también va a hablar de herencia recibida, no va a cumplir con lo que prometió y fue elegido, y le va a dejar una nueva herencia al que viene, y así por las décadas ganadas de las décadas ganadas, en las que se puede, se puede.
Las grandes crisis de los principales partidos políticos, la desastrosa economía que afectaba –como siempre– a las clases trabajadoras, la degradación de la sociedad, la xenofobia, el odio racial y algunos otros factores fueron las principales bases para que desde allí se levanten los peores gobiernos autoritarios y/o dictaduras de la historia. El nazismo y el fascismo aparecen como los más destacados, pero la lista es bastante más grande.
El surgimiento de Donald Trump y –sobre todo para este lado del mundo– de Jair Bolsonaro debería poner en alerta a los pueblos y las organizaciones políticas. Esto va para dirigentes y militantes, estos últimos los más proclives al fundamentalismo practicante.
En cuanto a los mortales comunes –esos que cada día van a laburar porque si no, no se morfa, y si se lo hace es de un changuito cada vez más vacío– nadie está exento de responsabilidades. La antena debe estar cada día más activa, no sea cosa que un día de estos llamen a nuestras puertas y ya sea demasiado tarde.