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ENTREVISTA a CAMILA MARINI

La heredera y continuadora de un símbolo local

¿Cómo empezaste con la bicicletería?
–Hace unos ocho o nueve años, mi papá se tenía que ir de viaje, entonces tenía que cerrar el negocio por un mes. Le dije que si quería, yo se lo podía atender en lo que es ventas, pero no en la reparación. Aceptó y nunca más dejé de hacerlo. Empecé en el mostrador, pero si estás en una bicicletería tenés que saber de repuestos, de medidas, usar calibres, es como en una ferretería. Hay cubiertas de muchas medidas, bolillas, conos, ejes, millones de cosas. Para poder tomar una bicicleta, medianamente hay que tener una idea de lo que es una reparación para darle a la persona un diagnóstico y un presupuesto. Soy muy curiosa en todo sentido, entonces lo que no sabía lo fui preguntando en el momento”.
“Al principio me costó mucho porque había, y todavía hay, gente que es machista y quería hablar con mi papá, o con el encargado del taller –relata Camila–. Eso no me gustaba, pero después me fui acostumbrando. Los más jóvenes no tienen inconvenientes, pero hay quienes no confían en lo que yo les pueda llegar a decir. Me gusta cuando yo les digo que es algo y viene mi papá y lo confirma, con lo que me da un voto de confianza por lo que estoy en lo correcto (risas). Me gusta mucho la parte del taller; muchas cosas las hago yo, me encargo más de las bicis nuevas yo que mi papá. No estoy 100 por cien en el taller porque me encargo de todo lo demás: redes sociales, ventas, compras, bancos, contador. Eso me lleva mucho tiempo, pero cuando puedo meterme en el taller, lo hago, es como un cable a tierra”.

–Dijiste que esto se parece a una ferretería, ¿también viene gente a buscar el cosito más o menos de este tamaño?
–Sí; hay quienes vienen a comprar una cadena, entonces les pregunto si es simple o de velocidades, o vienen a buscar una cubierta, que las hay de un montón de medidas, pero no saben cuál. Pasa mucho, pero siempre trato de resolverles los problemas. Tampoco tienen por qué saber el nombre del repuesto (risas).

–¿Cuáles son hoy las preferencias de la gente?
–En Chacabuco se usan mucho las todo terreno, para lo que es deporte. Tenemos mucha zona rural, lo que nos favorece para poder usar cambios, amortiguación, cubiertas anchas. Para la ciudad hay de todo, está la de paseo, que siempre va a estar vigente. Los adolescentes, más que nada por moda, utilizan la todo terreno, que no tiene mucho sentido utilizar en la ciudad. Son modas que van cambiando, por ahí vuelven a la playera, que se usaba mucho.
“Desde hace más de un año –agrega–, desde el negocio organizamos salidas gratuitas, casi siempre los sábados, a distintos lugares. Como también me gusta lo que es histórico, me atrevo a decir que en unos 50 km a la redonda, por caminos de tierra, me conozco casi todos los pueblitos, parajes y estaciones de ferrocarril. Aparte de que me gusta la bici, me gusta como deporte, la uso mucho, en lo que es mountain bike; pista o ruta, no. Me encanta ir a ver carreras, pero nunca me subí a una bicicleta de pista, ni tampoco de ruta. La bici está en auge y cada vez va a haber más, es algo que no va a retroceder.

–¿Cómo impacta hoy la situación económica?
–Los meses de invierno, baja la venta de bicicletas nuevas. En el taller, siempre hay bastantes bicicletas para reparar. Con esta situación económica está más complicado, creo que es una situación parecida a cuando asumió (Mauricio) Macri. En lo que tiene que ver con accesorios, indumentaria, sigue más o menos parejo. Después hay días claves, en del Niño siempre se vende bien, hay otras fechas importantes en las que se vende más, pero no es como antes, y tampoco hoy tenemos el mismo porcentaje de ganancia que se manejaba con las bicicletas. Hay que reinventarse todo el tiempo, con las redes sociales, ahora hicimos una página web para vender lo que es repuestos e indumentaria, siempre tratando de ver cómo mejorar. O te unís o te quedás estancado.

–Claro. Un ejemplo es que, tiempo atrás, no había bicicleterías que vendieran indumentaria.
–Sí; vendemos solo indumentaria para lo que es bici. Yo apunto mucho a lo que es la ropa, que además de todo, ahora es supertécnica. Vienen muchas mujeres a comprar, capaz que es porque estoy atendiendo yo (risas). Como yo pedaleo, puedo recomendar qué usar para cada cosa, y asesorar al cliente cuando viene a comprar, eso es importante.

–Los varones por ahí no se animan a comprarle indumentaria a una mujer.
–Conozco a la mayoría de la gente de Chacabuco que pedalea. En el local tenemos probador, pero en Chacabuco tenemos la ventaja de poder darle la prenda al cliente para que se la pruebe en la casa, en otros lugares no se podría hacer. Está bueno y es un servicio que Internet no tiene. Los comerciantes de Chacabuco -en general no hablo solo de bicicleta-, tenemos la ventaja de dar un mejor servicio que Internet. Por más que la gente consume mucho por Internet, en el negocio tenés la atención persona a persona. En la bici hay muchas cosas para asesorar, más para el principiante o el que nunca pedaleó: la recomendación siempre pesa.

–¿Qué opinión tenés de las bicisendas?
–Para mí es superimportante. El mayor problema que tenemos todos, me involucro, es que no hay respeto en lo que es transporte. El tránsito en Chacabuco es peligroso; la bicisenda funciona en todas partes del mundo. En Amsterdam, la bicicleta, y no solo en las bicisendas, tiene prioridad hasta sobre el peatón. Creo que falta mucha educación, tal vez en Chacabuco a la bicisenda le falta conectarse más una con la otra. Yo particularmente la súper uso; mucha gente se molesta un poco porque tiene el garaje sobre la bicisenda, pero se trata de ceder un poco de los dos lados, porque si no es imposible. Algunos estacionan el auto en la vereda y dejan la cola en la bicisenda, todas esas cosas son bastante molestas. Hay quienes dicen que molestan en el centro para estacionar, pero en Chacabuco queremos estacionar en la puerta del local al que vamos, o andamos en auto para ir a cuatro cuadras. Si tenés un nene de 13 o 14 años sabés que si hay bicisenda va a estar muy seguro.

Por Eduardo Carboni

Una rica historia de 86 años

Don Julio Mazzocco inauguró su primera bicicletería en 1938, en un local ubicado en Rivadavia 13, para luego trasladarse al número 80 de la misma calle.
Hasta allí era socio de Ángel Falcioni y una vez que se independizó se mudó a calle Primera Junta, al lado de la ya desaparecida Gomería Unsain.
Más tarde se cambió a Córdoba 18 (hoy Alvear, luego de uno de los tantos cambios y trueques de nombres de calles en Chacabuco), para luego ocupar por varios años la esquina de Moreno y Santa Fe.
Por último pasó a Alvear 72, donde la bicicletería aún funciona, ya atravesando su octogésimo sexto año de existencia.
En una entrevista con De Hoy, el 2 de noviembre de 1997, sobre ese momento decía: “La gente anda más en bicicleta. Antes nadie la usaba para hacer ejercicio, la utilizaba para trabajar. Ahora se la usa mucho más que antes, varones y mujeres. Te digo una cosa: el auto también cuesta, ¡y andá a estacionar en el banco, al mediodía!”.

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