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la carrera que marcó el inicio de un ícono del tc

Los Emiliozzi, Chacabuco y una tragedia

Entre los pilotos que marcaron hitos en el Turismo Carretera, los hermanos Dante y Torcuato Emiliozzi ocupan un lugar preponderante.
Torcuato Enrique Pascual –o Tito–, el mayor, nació el 30 de mayo de 1912, y Dante José María, el 10 de enero de 1916. La familia Emiliozzi era originaria de Loro Piceno, una pequeña localidad italiana de la provincia de Macerata, región de las Marcas, que hoy cuenta con 2.511 habitantes.
En el año 1905, Pedro Emiliozzi llegó a Buenos Aires con sus hijos Torcuato (padre) y Alberico. Más tarde llegaron dos más: Herminia y Modesto.
Torcuato trabajó con máquinas cosechadoras, las cuales también empezó a reparar, y se convirtió en mecánico. En Buenos Aires conoció a Adalgisa Bormioli, que también había llegado de Macerata. Se casaron y se instalaron en el barrio de Floresta, donde nacieron sus cuatro hijos: Torcuato, Dante, Victoria y Elvira.
En 1923, cuando Torcuato hijo tenía 11 años y Dante, 7, la familia se fue a vivir a Olavarría, donde se gestaría la enorme trayectoria de los Gringos en el TC.
El debut en la Máxima fue el 23 de abril de 1950 en la carrera de Mar y Sierras, con Dante como piloto y Torcuato como acompañante. Abandonaron por problemas de temperatura de agua.
El 10 y 11 de junio de ese año participaron en la I Vuelta de La Pampa, con Torcuato al volante, y otro abandono, esta vez por una torcedura en la la suspensión tras chocar con un médano.
Así se fueron alternando en la conducción del Ford, hasta que sellaron un pacto: el que de los dos ganara la primera carrera, sería para siempre el piloto y el otro, el acompañante para siempre. La definición a favor de Dante se produjo el 24 de mayo de 1953, en una carrera para no ganadores: la III Vuelta de Chacabuco.
Los hermanos Emiliozzi fueron primeros y marcaron el récord del circuito: emplearon 5h 39m 22s para recorrer un trazado de 828 km. La carrera se largó a las 8.00, frente a la estación de servicio de Cañas –Lamadrid y Garibaldi, hoy Perón–, en un circuito de 66,700 km de pavimento y 140,300 de tierra, que debía recorrerse en cuatro oportunidades. Cada vuelta tenía un nombre: Eusebio Marcilla, Ricardo Risatti, Luis A. De Dios y René Roux, en ese orden.
Dante Emiliozzi ganó en forma inapelable y contundente, escoltado por el chacabuquense Jacinto Moss (h), a un promedio de 146,383 km/h. Por entonces, la Galera estaba pintada totalmente de rojo y en la carrera llevó el número 2. Además, contaba con un motor de válvulas a la cabeza, revolucionario para el momento, construido por los propios hermanos de Olavarría.
La crónica del momento

El periódico Chacabuco del miércoles 27 de mayo de 1953, relataba que la “Tercera Vuelta de Chacabuco, organizada por el Auto Moto Club Chacabuco, se corrió el domingo y cada uno de los cuatro circuitos se caracterizó por la violencia de la lucha y las acciones recias, marcándose elevados promedios. Extraordinaria fue la cantidad de personas que presenciaron la prueba, ya en las arterias de nuestra ciudad y cerca de los puestos de control, como así en Rawson, O’Higgins y Chivilcoy, y también siguiendo las alternativas de la lucha a través de todo el circuito”.
“Podemos decir –continúa el texto– que el gran interés de la puja radicó en el duelo emocionante sostenido por los Hermanos Emiliozzi y Jacinto Moss (hijo). Este corredor, El Crédito de Chacabuco, como se lo nombró a cada instante en las transmisiones, nos ha demostrado en forma terminante ser un volante que reúne las condiciones que caracterizan a los grandes ases y valores del automovilismo. Ha sido, en realidad, la revelación de la carrera”.
Con impetuoso entusiasmo, el bisemanario agregaba: “Es más ponderable la actuación de Moss (hijo) por cuanto desde el principio se puede decir que corría con desventaja respecto al ganador de la prueba, ya que al comienzo de la misma se le rompió el engranaje de la segunda velocidad, dificultad que se vio agravada durante toda la primera etapa, al rompérsele también la primera, lo que le obligó a tomar las curvas siempre en directa (tercera velocidad). Debemos señalar que en el circuito se cuentan más de 60 curvas, lo que resulta un tiempo precioso el perdido por esta circunstancia. En la última vuelta, Moss, al tomar a una velocidad de más de 150 km el paso a nivel de la continuación de la avenida Lamadrid cortó el palier y llegó a la meta con el impulso de la máquina. Tanto piloto como copiloto habían sacado el seguro de las puertas para bajarse y lograr la meta del control de llegada empujando la máquina, circunstancia a la que no se vieron obligados ya que la misma transpuso la línea parándose a escasos metros, reafirmando de esta manera su magnífico y merecido segundo puesto”.
Pero la carrera se vio ensombrecida por la tragedia. “Al cruzar un lomo de burro en la avenida Arenales, el coche número 42 y perder el control de la máquina, el piloto Eduardo Sánchez, que llevaba como acompañante a Oscar Cordonnier y luego de hacer un recorrido de 100 metros, más o menos, como un bólido traspuso las plantas de la avenida, subió a la vereda de la Plaza de Juegos Atléticos, y arrolló a varias personas. Dos de ellas resultaron muertas en el acto, mientras que otra falleció al día siguiente, habiendo otros heridos graves y en estado reservado”.
Lo llamativo es que la parte trágica de la noticia no era título, sino un detalle más de la competencia, tal vez por lo frecuente de las muertes en el automovilismo deportivo de la época. No se hace mención a la identidad de los fallecidos y ni siquiera se menciona si se trataba de vecinos de nuestra ciudad.
La crónica también menciona sobre otros incidentes. “El coche 28 guiado por Primo Saraci volcó en Rawson, y el coche, 70 guiado por Orlando Fra, volcó en O’Higgins, resultando gravemente herido su acompañante, Rubén Héctor González, que fue conducido a Buenos Aires”.

El balance de la carrera

Al final de la nota se destaca que “la organización lograda por el Auto Moto Club Chacabuco puede calificarse como perfecta, habiendo sido muy valiosa la labor de la Policía del distrito. La colaboración de Teléfonos del Estado, tanto en ésta como en Chivilcoy, ha sido extraordinaria y la favorecieron (sic) en grado sumo la excelente información que se tuvo durante todo el desarrollo de la prueba. También es de destacar la colaboración del intendente, señor Montesano, como que ha sido reconocido su apoyo por los integrantes de la entidad organizadora. El comportamiento del público ha sido ejemplar, tal como lo han expresado todos los corredores, y en cuanto al accidente, motivado por el desvío de la máquina guiada por Eduardo Sánchez, es obra de la fatalidad”
Los premios a los clasificados fueron entregados en un gran baile realizado en el Salón Marconi. El ganador, Dante Emiliozzi, se hizo acreedor a 20.000 pesos por el triunfo y a sendos premios de 500 pesos por ser ganador de la segunda y tercera vuelta. Jacinto Moss recibió 11.000 pesos por haber llegado segundo, 500 por ganar la primera vuelta, igual cifra por alzarse con el cuarto giro y otros tantos por ser el chacabuquense mejor clasificado. Por su parte, quien arribó tercero, Bruno Reynal O’Connor, obtuvo un premio de 6.000 pesos.

Por Eduardo Carboni

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